Lo que se conoce como fibrosis posquirúrgica es bastante más habitual de lo que pensamos y no está asociada a ninguna operación específica. Puede aparecer tras cualquier operación de cirugía estética, aunque hay intervenciones en las que esta complicación es más habitual. Cuando nos sometemos a una operación se produce una cicatriz que, en la mayoría de los casos, permite el cierre de los tejidos de manera normal. El problema surge cuando la cicatrización no se ha desarrollado de manera correcta. En este caso podemos tener una fibrosis cutánea, que se evidencia en una protuberancia sobre la cicatriz causada por un exceso de colágeno que engrosa los tejidos de la zona cicatrizal. Pero este exceso de colágeno, este endurecimiento, también puede producirse en las capas interiores de los tejidos (tejidos conectivos) que han sido afectados por la cirugía, lo que puede desfigurar a los pacientes, ya que ven cómo, debido a una mayor actividad de los fibroblastos (células presentes en los tejidos conectivos que sintetizan el colágeno y favorece la cicatrización normal de las heridas), algunas partes de su cuerpo están más rugosas o endurecidas. En el ámbito de la cirugía estética este término, el de la fibrosis, se emplea para aglutinar a aquellas protuberancias, endurecimientos o bultos que pueden aparecer después de una operación y que, además de provocar deformidad en la piel del paciente que los padece, pueden resultar molestos e incluso dolorosos.